Muchos de nosotros nos hemos vuelto tan buenos para seguir
la regla “no sientas” , que
tratamos de convencernos a nosotros mismos de no tener sentimientos, incluso en
la recuperación.
“Si realmente estuviera trabajando un buen programa,
no me sentiría enojado.”
“Yo no me enojo. Soy cristiano. Yo perdono y olvido”
“No estoy enojado. Estoy afirmando que estoy feliz.”
“Yo no me enojo. Soy cristiano. Yo perdono y olvido”
“No estoy enojado. Estoy afirmando que estoy feliz.”
Todas estas son aseveraciones, algunas de ellas muy
hábiles, que nos indican que estamos operando otra vez bajo la regla “no
sientas” . Parte de trabajar un buen programa significa
reconocer nuestros sentimientos y lidiar con ellos. Nos esforzamos por aceptar
y lidiar con nuestra ira para que ésta no se endurezca y se convierta en
resentimiento. No usamos la recuperación como pretexto para cerrar nuestras
emociones.
Si, estamos esforzándonos por el perdón, pero queremos seguir sintiendo, escuchando y quedándonos con nuestros sentimientos hasta que llegue el momento de librarlos adecuadamente. Nuestro Poder Superior creó nuestra parte emocional. Dios no nos está diciendo que no sintamos; son nuestros sistemas disfuncionales.
Si, estamos esforzándonos por el perdón, pero queremos seguir sintiendo, escuchando y quedándonos con nuestros sentimientos hasta que llegue el momento de librarlos adecuadamente. Nuestro Poder Superior creó nuestra parte emocional. Dios no nos está diciendo que no sintamos; son nuestros sistemas disfuncionales.
“Hoy me rehusaré a aceptar la vergüenza por parte de
los demás o de mí mismo por el hecho de sentir mis sentimientos”.
(Melody Beattie, Libro El Lenguaje del Adiós).
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