Un año, cuando era niña, mi padre se emborrachó y se
puso violento en Navidad. Yo acababa de desenvolver un regalo, una loción de
crema para las manos, cuando él explotó con la rabia del alcohólico. Nuestra
Navidad se interrumpió. Fue terrible. Fue atemorizador para toda la familia.
Ahora, treinta y cinco años después, cada vez que huelo crema para las manos,
inmediatamente experimento todos los sentimientos que viví entonces: el miedo,
la decepción, el dolor de corazón, la impotencia y un deseo instintivo de
controlar. (Anónimo).
Hay muchos recuerdos positivos que nos hacen rememorar
la Navidad: la nieve, la decoración, los villancicos, los paquetes envueltos,
el nacimiento, medias que cuelgan de la chimenea. Estos recuerdos pueden evocar
en nosotros sentimientos cálidos de nostalgia de la celebración de la Navidad.
Nuestra mente es como una poderosa computadora. Relaciona la vista, el sonido, el olfato, el tacto y el gusto con sentimientos, pensamientos y recuerdos. Vincula nuestros sentidos, y nosotros recordamos.
A veces, el incidente más inocuo, más pequeño, puede hacer que se disparen recuerdos. No todos nuestros recuerdos son placenteros, especialmente si crecimos en un ambiente alcohólico, disfuncional.
Podemos no comprender por qué súbitamente nos sentimos atemorizados, deprimidos, ansiosos. Podemos no entender qué ha disparado nuestras conductas codependientes para hacer frente a este entorno, la baja autoestima, la necesidad de controlar, la necesidad de descuidarnos a nosotros mismos. Cuando eso suceda, necesitamos entender que algún evento inocuo puede estar disparando memorias que están grabadas profundamente en nuestro interior.
Si hay algo, inclusive algo que no comprendemos, que dispare recuerdos dolorosos, podemos volver a ponernos en el presente cuidando de nosotros mismos: reconociendo nuestros sentimientos, desapegándonos, trabajando los Pasos y afirmándonos a nosotros mismos.
Podemos tomar acción para sentirnos bien. Podemos ayudarnos a sentirnos mejor cada Navidad. No importa qué haya ocurrido en el pasado, podemos poner eso en perspectiva y crear hoy unas fiestas más placenteras.
Nuestra mente es como una poderosa computadora. Relaciona la vista, el sonido, el olfato, el tacto y el gusto con sentimientos, pensamientos y recuerdos. Vincula nuestros sentidos, y nosotros recordamos.
A veces, el incidente más inocuo, más pequeño, puede hacer que se disparen recuerdos. No todos nuestros recuerdos son placenteros, especialmente si crecimos en un ambiente alcohólico, disfuncional.
Podemos no comprender por qué súbitamente nos sentimos atemorizados, deprimidos, ansiosos. Podemos no entender qué ha disparado nuestras conductas codependientes para hacer frente a este entorno, la baja autoestima, la necesidad de controlar, la necesidad de descuidarnos a nosotros mismos. Cuando eso suceda, necesitamos entender que algún evento inocuo puede estar disparando memorias que están grabadas profundamente en nuestro interior.
Si hay algo, inclusive algo que no comprendemos, que dispare recuerdos dolorosos, podemos volver a ponernos en el presente cuidando de nosotros mismos: reconociendo nuestros sentimientos, desapegándonos, trabajando los Pasos y afirmándonos a nosotros mismos.
Podemos tomar acción para sentirnos bien. Podemos ayudarnos a sentirnos mejor cada Navidad. No importa qué haya ocurrido en el pasado, podemos poner eso en perspectiva y crear hoy unas fiestas más placenteras.
“Hoy trabajaré suavemente con mis recuerdos en esta
temporada de fiestas. Aceptaré mis sentimientos aunque los considere distintos
a los que están experimentando los demás estas fiestas. Dios mío, ayúdame a
curarme, a liberarme y a dejar ir esos recuerdos dolorosos en relación con las
vacaciones. Ayúdame a terminar mis asuntos con el pasado para que pueda crear
unas vacaciones a mi gusto”.
(Melody Beattie,Libro El Lenguaje del Adiós).
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